Viaje

Ana Abad R.

María tiene apenas veintiocho años, es madre de Juan de seis años y Mateo de cuatro; Pedro, su esposo, acaba de llegar a California luego de viajar por carretera “más de un mes con los coyotes”. Pedro trabajaba como mecánico en el taller de un pariente, pero apenas llegaba a ganar el básico “cuando había trabajito”. Uno de sus clientes, don Julio, le había comentado que conocía una manera de viajar segura y “todo legal”, que tenía un amigo con una agencia de viajes y “contactos”, que porque era un mecánico muy hábil le sería fácil encontrar trabajo en la “yoni” y pagar la deuda, y que él mismo podía en San Diego ayudarle a conseguir “alguito”. Con una mochila mediana y una maleta de mano “para no llamar la atención” y viajar como si fuera un turista más, llegó a cambio de veinte mil dólares, endeudado pero dispuesto a pagar cuanto antes y reunir para una “pequeña casita” en el terreno que en Sinincay le dejó su abuela Rosa. Sabe que el padre de sus hijos es de los muy afortunados, que de sus primos –después de cuatro años– no tienen noticia alguna, que hay gente que muere en el trayecto o son capturados por delincuentes, aunque para ella sus sueños se desmoronaron, ahora sabe que no volverá porque tiene una nueva pareja y ya vendió el terreno. (O)