Guerra actual

Aurelio Maldonado Aguilar

Un dron silencioso no tripulado de altísima tecnología aletea por cielos de medio oriente. Acecha silencioso como quillillico a su presa totalmente vulnerable y lista al sacrificio. Apenas tocan las llantas del avión el asfalto, chirriando y levantando estelas de humo, se prenden alertas con precisión del juego que embelesa en pantallas domésticas. La caravana del alto jerarca se moviliza convencidos de su seguridad y que nada, nada, dado el gran despliegue protector que tienen y armados hasta los dientes, nunca podrían ser blanco de enemigos. La pantalla en medio de nubes y silenciosa muestra la fila del convoy del general supuesta amenaza y terrorista peligroso, muy querido e idolatrado por su gente genéticamente fanáticos religiosos listos a inmolarse por su causa y dios. Con la calma del rapaz que espera exacto momento, apuntan las miras en pantallas de luz infrarroja y una vez encuadrados los objetivos, aprietan el botón largando disparos que, ineludiblemente darán en el blanco sin el más mínimo error, destruyendo con precisión controlada al milésimo al enemigo sin dañar el asfalto ni plantas del filo de la carretera del ataque. En un segundo todo está en llamas y los cuerpos desmembrados y quemados en forma horrorosa e inhumana son el epílogo del operativo. En la pantalla se ven inmediatamente diminutas manchas luminosas que son hombres huyendo despavoridos como hormigas en diferentes direcciones. Nuevamente ajustan coordenadas y segundo disparo vuelve flamas aquellas minúsculas figuras calcinando cuerpos, último vestigio de vida del momento. Todo ha terminado. El operativo concluye sin víctimas que puedan tan siquiera ver a su agresor y verdugo. No hay a quién disparar y de quien defenderse. El ataque es tan selectivo y preciso que no admite víctimas ni heridos del rapaz volante contrario lleno de fatídico e infalible armamento. La guerra maduró. Ya nadie cree que bombas atómicas sean solución en los inveterados conflictos humanos. Estas destruyen lo bueno y lo malo y determinan el fin de la humanidad en poco tiempo con su radiación silenciosa. La guerra debe ser selectiva y matar al enemigo precisamente y sin errores es lo actual. No existen más enfrentamientos cuerpo a cuerpo. En poco aparecerán pequeños drones explosivos como enjambre de millones de abejas volando directo a la cabeza del enemigo elegido asegurando su identidad mediante control facial y poniendo carga explosiva en su cráneo, eliminando hombre, religión e ideología. (O)