Fantasías

María Rosa Crespo

Para algunas personas soñar despierto es viajar a un lugar donde queda atrapado para siempre, porque se crea un mundo imaginario en el que deambulan sus fantasías encarnadas en personajes y hechos que terminan por imponerse sobre el mundo real. Tal es el caso de Juan José, cuya historia gira en torno a un caballo bayo ganado por el mes de agosto en una memorable pelea de gallos; no tenía dónde tenerlo y consiguió de su compadre Antonio le preste un potrero en Sayausí. Un año entero se pasó soñando en su caballo, lo veía en sueños galopando por llanos cada vez más gordo y lustroso, se ponía plazos para ir a verlo, pero se decía a sí mismo: el otro mes… el otro mes, mientras giraba y giraba la rueda del tiempo, hasta que llegó agosto nuevamente. Un sábado por la mañana tomó el bus que pasaba por el parque San Sebastián; en el camino iba imaginando cómo se vería sobre su caballo entrando al trote en la feria de Cañar, entre las miradas de admiración y envidia de la gente. Se bajo del bus unas cuadras antes de su lugar de destino y tomó un atajo que desembocaba en el potrero. Allí estaba su caballo, caído junto al cerco de piedras, con el blanco costillar al aire, a través del cual silbaba el viento de agosto ensayando su música abismos y de cumbres. Pero Juan José hizo correr la noticia de que le habían robado su caballo bayo y continuó con el sueño de recuperarlo para el próximo mes de agosto.