A grandes males grandes remedios

Alberto Ordóñez Ortiz

OPINIÓN|

Hay momentos en la vida de los gobernantes y de los hombres en que se deben adoptar decisiones que pueden resultar cruciales, porque marcarán el destino de unos y otros. Son difíciles y complejas, pero es inevitale asumirlas. Son decisiones que por su cono de luz o de sombra pueden volverse estelares o causar el ácido rechazo colectivo. El buen juicio y la integridad serán el instrumento intelectual que por sus repercusiones sociales y humanas tendrá una resonancia perdurable que se mantendrá viva a lo largo del devenir histórico.

La conducción de los Estados las exige continuamente. Está en su complicada naturaleza. Por su incidencia, demostrarán de forma concluyente, si se trata de estadistas o de insulsos gobernantes. Ahora mismo el país se encuentra enfrentado al delicado problema de financiar o no las campañas electorales, problema que adquiere sórdidas tonalidades si se repara que con esos aportes se estaría financiando a ciertos candidatos que se encuentran involucrados en graves escándalos con la justicia penal y que si tercian en la lid electoral es para adquirir el cómplice manto de la impunidad.

Al gobierno le corresponde tomar al toro de la política por los cuernos –de hacerlo podría salvar los muebles, dado su pobre desenvolvimiento- a condición de que elimine la inmunidad de los candidatos, gracioso e inaceptable privilegio legalizado por los asambleístas para delinquir sin consecuencias y, si es que, además, elimina las asignaciones presupuestarias que financian sus campañas políticas. Por tratarse de reformas constitucionales la vía sería la consulta popular, perfectamente aplicable si se aprovecha el espacio de las elecciones venideras. Si las adopta demostrará entereza y sabiduría. Caso contrario evidenciará una vez más que lo que le sobra, es exactamente todo lo contrario. (O)