Por las buenas o por las malas

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Tal parecería que el centralismo, antiguo vicio de la política, ha dejado de ser esa inconfesa rapacidad de los pasillos ministeriales, para convertirse en una política de Estado, abierta y arbitraria que pretende cargar sobre los hombros de los gobiernos territoriales las consecuencias de la tremenda ineficiencia estatal, perdida en los apetitos políticos, que calcula las asignaciones a los territorios según las antipatías de un régimen cuya popularidad, hacer rato, se encuentra en cuidados intensivos.

Y lo digo por todo lo que estamos viviendo. Por los infames acuerdos 049 y 072 que reducen en USD 691 millones a las asignaciones que cada año llegan, mal y tarde, a los gobiernos seccionales. Acuerdos que, aún si se derogan, no ocultarán la realidad de los USD 1920 millones adeudados a los territorios. Ni ocultan tampoco el hecho de que este año la orgullosa Cuenca recibirá algo más de USD 40 millones (USD 55 millones si se derogan los acuerdos), equivalente a unos humillantes USD 65 anuales per cápita, que no llegan a representar el 8 % de los ingentes USD 750 millones con los sostenemos anualmente la ineficiencia del gobierno central.

Los 251 municipios se juntan para presentar una acción de protección y movilizarse ante esta velada forma de tiranía, y aún el bizarro cuadro de cuatro alcaldes iniciando una huelga de hambre, nos da una idea de hasta dónde ha llegado la desesperación y la rabia contenida en los territorios del nunca jamás. Y me pregunto ¿hasta cuándo vamos a seguir blindando la burocracia capitalina a costa de las necesidades de los territorios? ¿Hasta cuándo vamos a permitir este trato absurdo y asimétrico que castiga a los territorios eficientes? ¿Qué sentido tiene pertenecer a un Estado republicano y unitario que ofende y olvida a sus territorios autónomos?

Y mientras esto ocurre, la gente y con razón comienza a mirar a las calles y 221 alcaldes anuncian una movilización nacional contra el centralismo. ¡Bravo por eso! Tal vez ha llegado la hora de defender por las buenas (y por las malas también), ya no solamente la economía de los territorios, sino su dignidad… (O)