Ciento cuatro

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

La censura de la exministra de Gobierno por parte de ciento cuatro asambleístas “impolutos”, es una paradoja. Existiendo motivos que justificaban con mayor cohesión su destitución sumados a la “mentalidad de pobreza” de la que hacen gala la mayoría de los legisladores, le condenaron por el uso de unas bombas lacrimógenas caducadas en las violentas protestas de octubre del 2019 y la supuesta acción policial en centros que acogieron a los manifestantes. Como es costumbre entre ellos, tratan de evitar a toda costa y por todos los medios posibles que la olla de podredumbre en la que diariamente cocinan bascosidades y en la que por turnos echan los ingredientes como: coimas, canjes de camisetas, cambios convenientes en la orden del día, sea destapada de una vez por todas y la putrefacción que emana de ella sea expuesta y ventilada para su escarnio público. Romo no es santo de mi devoción y, según mi opinión, pienso que la causa por la que fue destituida no es más que una excusa frívola para desaparecer “a la piedra en el zapato” de los ciento cuatro intachables.

Uno de los motivos que sí justificaba su censura y que no fue mentado, es el insolente reparto de los hospitales. ¡Qué descaro! Las abrumadoras denuncias y cientos de pruebas contundentes sobre la responsabilidad del gobierno en estas irregularidades, requerían resoluciones más categóricas desde la función fiscalizadora de la Asamblea Nacional. Un despido de la exministra de Gobierno por esta razón, habría enviado un mensaje confortador respecto de la lucha contra la corrupción, un baluarte que el presidente ha utilizado hasta el día de hoy para burlarse de todos los ecuatorianos.

Pero una decisión así, de parte de los asambleístas, hubiera fomentado aún más el desprestigio de la institución a la que lamentablemente representan y aumentado el desprecio y hartazgo que el país tiene hacia ellos. Eludir el problema fue más conveniente que abanicar la deshonestidad de los tramposos acuerdos políticos lo que sienta un pésimo precedente para esta institución pública muy venida a menos gracias a sus “inefables méritos” que, próximamente, tendrá que tramitar la Ley de Extinción de Dominio.

Estaremos pendientes de la votación de los ciento cuatro y de los treinta y tres restantes. ¿Estos últimos, se sumarán a la impoluta gallada? (O)