La lluvia

Josefina Cordero Espinosa

“Por las floridas barrancas

pasó anoche el aguacero;

y amaneció el limonero

llorando estrellitas blancas”, Alfredo Espino

Las nubes recogen con cariño el vapor que se eleva de la tierra al calor del sol. Deberían tener solamente el aroma de los bosques, jardines y sembríos; la esencia del amor y del trabajo de los seres humanos; pero ahora, acumulan también la contaminación y el esmog.

Las nubes, al amor del sol y del viento que rigen su futuro, van por el cielo como tránsito de olas marinas, ebrias de ríos y de fuentes; o como una mezcla de neblinas de abismos y quebradas de la tierra, reuniendo alientos de vida que volverán en gotas a ahondar los suelos y hacer brotar las semillas caídas al azar o plantadas en surcos por el hombre.

Gotas que descienden lentas por el aire y acariciadas por el sol convierten la luz en la belleza del arco iris, autor de la preñez de las doncellas y de las madres solteras por amor.

Lluvia de gotas pesadas, gruesas, que azotan los ventanales entre rayos que espantan y truenos que ensordecen haciendo esos temporales que inundan, destrozan y matan, como si fuera la naturaleza a vengarse de los hombres que la dañan.

O lluvias tenues, refrescantes, que caen venturosas, sin ruido, como un susurro, como un delicado canto al verdor de las hojas y la revelación colorida de las flores. (O)