El Plateado en la memoria

Tito Astudillo y A.

En los últimos años he visto cómo, esa plataforma rocosa resplandeciente al sol o a la lluvia, a la neblina o al roció y señal inequívoca de entrada a Cuenca en un vuelo desde Quito; cómo, esa ilusión blanco gris visible desde todos los miradores naturales del valle Cuenca-Azogues, El Plateado, poco a poco va desapareciendo, pese al clamor constante de quienes verdaderamente aman nuestro patrimonio natural.

Motivo de interés y estudio de arqueólogos, ambientalistas y geobiólogos, por su riqueza en materiales culturales, biodiversidad y fósiles; estudios arqueológicos para una mejor comprensión de los pueblos que nos precedieron en este valle;  estudios de Arqueoastronomía por su ubicación estratégica en una geografía sagrada de miradores y línea de huacas andinas; para hacer interpretación ambiental por su inusual entorno de paisaje, flora y fauna nativas; para senderismo y contemplación en su secuencia de laderas, barrancos, túneles, pailones y cuevas;  motivo de preocupación, también, por el futuro de una urbe que crece aceleradamente, por todos sus valles, orillas y colinas a expensas de los espacios verdes que garantizan la purificación natural del aire que respiramos.

Finalmente, motivo de decepción y desconfianza porque nada se hizo y nada se propone, que sepamos, para su conservación y puesta en valor; para develar sus contenidos culturales desde un Centro de investigación Geobiológica, por  ejemplo; para integrarlo a la ciudad como espacio verde o parque recreacional, cuando se apuesta por un futuro turístico que exige, y cada vez más, de nuevos atractivos a ofertar más allá, de que el crecimiento poblacional urbano, para ser armónico y sustentable, requiere de nuevos espacios verdes “pulmones de la ciudad” y áreas de recreación y esparcimiento. (O)