Síndrome de la “rana hervida”

Mihaela Ionela Badin

En su libro ‘La rana que no sabía que estaba hervida… y otras lecciones de vida’, Olivier Clerc cuenta una analogía acerca de cómo la adaptación a un cambio puede llegar a asimilarse.

Una rana introducida en un recipiente con agua templada al que se le va subiendo progresivamente la temperatura, soporta el cambio. Dedica su energía vital a ir asimilando que el ambiente se va tornando un poco más hostil. A lo que se quiere dar cuenta, el agua está tan caliente que no puede saltar. Si esa misma rana se introdujera en agua hirviendo directamente, daría un salto y escaparía de la quema. Sobreviviría.

Las personas tenemos un alto poder de adaptación. Eso explica que hayamos dominado todo tipo de ambientes y superado cualquier adversidad. Esta fábula pone de manifiesto los peligros de la sobre adaptación, el conformismo y la falta de contacto interno. La moraleja es obvia: hay peligros que pasan por debajo de nuestro umbral de percepción y cuando nos damos cuenta, ya es demasiado tarde.

Si en un descampado cercano botan un montón de basura o escombros nos llama la atención. Nos salta la conciencia de un exceso que se está produciendo. Sin embargo, si un día vemos una colilla, al día siguiente un papel pequeño, otro una bolsa y al cuarto una lata…, al cabo de unos años veremos un montón de escombros y nos parecerá normal. Somos capaces de ir asumiendo ese exceso hasta normalizar incluso la basura.

Con esta metáfora podemos referirnos a muchas situaciones que vivimos en nuestra vida. Es cierto que tenemos que ir ajustándonos a las situaciones y a las relaciones con las que nos encontramos, pero hasta cierto límite. Tenemos que aprender a decidir cuándo seguir y cuando es el momento de saltar y alejarnos. (O)