Niños migrantes

Ana Abad R.

Loable la esperanza y la fe manifiesta por el señor Gobernador –no es para menos– ante el nuevo Gobierno y la promesa de reactivar el sistema productivo del país, cuando en sus primeros encuentros con la prensa le escuchamos hacer un llamado para que nuestros vecinos, amigos y parientes no abandonen el país. Sin embargo, las ofertas no llenan las ollas vacías de un cada vez mayor número de familias ecuatorianas para frenar esta nueva ola migratoria que ya ha cobrado la vida de varias personas –entre ellos niños–, sin olvidar el altísimo endeudamiento con traficantes y chulqueros, así como la extrema vulnerabilidad a la que se exponen en el trayecto frente a mafias, maltratos y abusos que denigran la condición humana. Historias que se repiten, realidades no resueltas agravadas aún más por la pandemia sanitaria y la desesperanza de ver al país envuelto en medio de una plaga de corrupción enquistada en la estructura misma del Estado y la sociedad ecuatoriana. No son suficientes las promesas, señor Gobernador, cuando casi dos mil niños y niñas ecuatorianos no acompañados llegaron a la frontera de EE.UU. en los últimos ocho meses. (O)