Reseña de unas Jornadas

Edgar Pesántez Torres

Las reglas por las que el deporte se rige son de acero inoxidable, porque el juego auténtico es aquel en lo que no es perder o ganar, sino es el placer de estar jugando. Quizá el ser humano no está en el mundo para ninguna otra cosa, y lo que nos parece lo más importante -incluidos el amor y la pasión- no sea una forma más que jugar al escondite, porque la esencia del juego es su pura contingencia, su innecesaridad. 

Ninguna otra edad como la juventud para vivir del juego, del deporte, de los sueños y esperanzas, de la satisfacción y la alegría, del fuego que abraza y la pasión que devora. Estas breves disquisiciones para recordar aquellos años primaverales, cuando por esta época vacacionábamos en la querencia. En aquel tiempo suponíamos que todo era soñar, jugar y amar; por eso que organizábamos detalles en los asuetos escolares.

A inicios de la década de los 70 estudiantes sigseños en Cuenca formó un conjunto de teatro denominado Llactaman que hizo algunas presentaciones en Sígsig y Gualaquiza, años más tarde se consolidó con metas sociales y deportivas. Paralelamente nació otra asociación de jóvenes identificados como Llactashungo, comandados, entre otros, por Hernán Cabrera Samaniego y Teresita Samaniego Torres, quienes tuvieron el acierto de organizar competencias deportivas que la denominaron Jornadas Deportivas Vacacionales y que tuvo su primera versión en 1973 entre los clubes nombrados más Chispos, Saltamontes y Tránsfugos.

Así se aprovechó el tiempo de verano, tomando cuerpo e importancia cada año, hasta convertirse en una de las fechas de mayor resonancia. El ejemplo fue imitado por otros cantones azuayos, aun cuando sin llegar a la resonancia de estas Jornadas. Posteriormente, a la semana deportiva se sumaron actos artísticos, culturales y sociales que, a la postre, llegaron a ser puntuales para el progreso y desarrollo del cantón, tanto en el aspecto deportivo como en el turístico y económico. 

Hernán Cabrea quiso mucho a su pueblo, lo que le impulsó a vivir en el caserío de Nárig, cerca al sitio arqueológico de Chobshi, desde donde aportó decididamente a la activación cultural del lugar. Fue impulsor del Museo Arqueológico y un gran animador de actividades ancestrales. Hace pocas semanas la feroz pandemia acabó con su vida y hoy sus compañeros del Club y otros ciudadanos agradecidos, gestionan ante las autoridades para que el Coliseo lleve su nombre. (O)