Repensar el deporte

Las dos medallas de oro, otra de plata, más dos diplomas olímpicos que por el momento logra Ecuador en los Juegos de Tokio, si bien insuflan el orgullo nacional, deben ser el punto de quiebre para imprimir un giro de 360 grados a la política deportiva.

Los deportistas que inscriben sus nombres en la gesta universal del olimpismo celebran sus triunfos, al igual que todo el país. Sí, todo Ecuador vibra con las hazañas de jóvenes que, venciendo todo tipo de adversidades, son ya parte de la inmortalidad deportiva del país.

Desde que Jefferson Pérez ganó la primera medalla de oro olímpica han pasado 25 años para volver a ver a otros deportistas subirse al anhelado podio.

Si hace un cuarto de siglo, la hazaña de Pérez abrió el debate para que mejore de manera radical la conducción del deporte, resulta que ahora se repite el mismo libreto.

Como que nada ha cambiado, o como que todo ha cambiado para que nada cambie. Es una paradoja que la obtención de nuevas medallas sirva también para saber que persisten los mismos vicios, las mismas políticas deportivas erráticas, los mismos egoísmos, los mismos celos entre dirigentes que, además, se perpetúan; los mismos tintes regionalistas, el mismo apoyo económico cicatero y centralista, cuando no el olvido; sobre todo que el desentendimiento del Estado sea el mismo, y que la mayor parte del presupuesto de los entes deportivos vaya para gastos corrientes.

El gobierno actual tiene la oportunidad de oro para trazar una nueva política deportiva. Partir de la premisa de que los campeones olímpicos no nacen por generación espontánea, ni por darles migajas a los deportistas o asistirlos a medias cuando conviene.

Hay que comenzar por dictar una auténtica ley del Deporte, redactándola con la ayuda de los que saben. Sí, comenzar por planificar, por imponerse metas, por dotar de un holgado presupuesto; porque se practique el deporte desde temprana edad, y que los buenos entrenadores descubran a los nuevos talentos, que de que hay, los hay.

Así que comienza a correr el tiempo para el Gobierno.