La Ceci Carrasco

José Chalco Salgado

Nunca morirá. Y es que las flores adornan eternamente los jardines con magia y color, con los golpes del agua que tanto retan al mar, con la fuerza de la sonrisa infinita, con la eterna voz y la vida que se queda. Que no se desecha.La Ceci Carrasco era mucho más que vida, entonces hoy es más que una muerte. Tan especial y única. Pocas personas han existido como ella. De todo ambiente y tan clara visión. Futurista y jovial. Profunda y con una voz capaz de rebasar la alegría para contagiar de ánimo y ser parte activa de una decisión ella también. Nunca faltaba. Siempre segura y comprometida con encontrar la salida, con resolver.

Amante del arte, la música, la buena conversación y la magia. Sí, aquella magia con la que tanto compartía y a la vez sutilmente la utilizaba para llegar a cada uno, con una palabra, una idea, una duda, quizá, simplemente para dejar su huella imperecedera.

Conservaba un viejo acordeón al cual por más de una vez lo disfrutamos, primero ella con su preferida: la Cumparsita que la entonaba muy bien, luego era mi turno junto al mejor público: ella y su sonrisa. Hace pocos meses me hizo llegar fotocopias de todas las partituras que quería que interprete en nuestro próximo encuentro musical. Así lo hice, al menos, cumplí con dos de las cuarenta y tres canciones que me envió. Así era nuestra Ceci.

De un cálido ánimo que ilusionaba a todos. Organizaba cantos, reuniones, bailes, recitales y más magia en su nueva casa de descanso. Llena de amigas, amados sobrinos, fuerza, recuerdos y un sabio aconsejar. Era indestructible. Mujer de talante y admiración. De inteligencia y bondad. De complicidad y vida. Sí. Tanta vida y alegría que nos dio. 

La Ceci no ha muerto. Su palabra y alegría están vivas. Se queda con nosotros. ¡Hasta siempre querida Sabinera!  (O)

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