“Buenas intenciones”

Lo que hace sesenta o setenta años se consideraba elucubraciones alarmistas de “científicos” llamados ecólogos, ajenos a los hechos reales: “los peligros del cambio climático”, hoy es un problema tan  serio que genera reuniones de jefes de Estado del mundo, como la que hace unos días tuvo lugar en Glasgow, cuyas resoluciones muestran las sanas intenciones de los que controlan la política del planeta para superar este problema, en buena medida, acelerado por el afán económico y la ambición de crear más riqueza a cualquier “costo”. La naturaleza de la tierra ha posibilitado el surgimiento de la vida que culminó con el ser humano que, de alguna manera, se ha convertido en su destructor.

La conciencia sobre la realidad de este peligro se ha generalizado y preocupa a grupos humanos de todas las condiciones culturales y económicas y el clamor ciudadano para impedir este posible desastre se ha generalizado. Es indispensable, para que estas buenas intenciones se conviertan en realidad, que todos nos esforcemos por algunos cambios en el estilo de vida. De manera especial los que para “mejorar” el rendimiento de la industria recurren a cualquier medio, al margen de la protección del planeta. La acumulación de riqueza es la plaga de nuestro siglo, pero por más exitosa que sea, sus supuestos “beneficios” no tendrán éxito, si el entorno ecológico se deteriora sin escrúpulos.

No estamos en condiciones de anticipar con suficiente realismo lo que ocurrirá luego de algunos decenios. Pero es indispensable que funcionen medidas políticas y económicas para superar los peligros que han dejado de ser suposiciones alarmistas. La reunión de Glasgow, como otras similares del pasado, concluyó con la propuesta de medidas globales bien intencionadas. Esperamos que en este caso no tenga vigencia, como ha ocurrido con frecuencia, el aserto “del dicho al hecho hay mucho trecho” y que los países más poderosos –responsables primarios de este posible desastre- pongan en práctica las decisiones y que superen la afirmación de que “el infierno está empedrado de buenas intenciones”.