¡¡¡Llegando está el Carnaval!!!

Andrés F. Ugalde Vázquez

Estimado Lector. Imagino que estará Usted disponiéndose a celebrar el Carnaval. Y hace bien pues, según manda la doctrina católica, pronto llegará la cuaresma, donde el melancólico Miércoles de Ceniza precede acre periodo de ayuno de la carne en cualquiera de sus variantes. Luego, por simple deducción, estos días deberían implicar cierta permisividad y descontrol, de cara a este paréntesis de cuarenta días durante el cual, ya se dará cuenta el sufrido feligrés, que ayuno y dieta no son lo mismo. De allí el nombre de la fiesta: “carne-levare” o Carnaval, expresión del latín que significa, literalmente, abandonarse a la carne.

Sin embargo, antes de asir la botella o aferrarse a su cintura favorita, le sugiero que reflexione, mientras la ropa se seca, y se pregunte ¿es una fiesta católica? ¿realmente los adustos sacerdotes y las piadosas monjitas son los autores de una celebración tan disipada?  Pues no. La verdad es que primero intentaron prohibirla y después, seguramente la disfrutaron. Sanamente por supuesto. Faltaría más…

Lo cierto es que, para encontrar el origen de estas fiestas, habría que remontarse cosa de 5.000 años, hasta el antiguo Egipto y la celebración en honor a Apis, de allí a las fiestas dionisíacas griegas y luego a las saturnales (lupercales) romanas, en honor a Baco, simpatiquísimo dios del vino, con quien mantengo una estrecha amistad. Costumbre que luego migraría a Europa y se perfeccionaría, como no podía ser de otra manera, entre nosotros, fundiéndose con el Paucar Huatay, ritual de culto a la Pachamama y al Pukara. Si, es aquí donde el Carnaval se ha convertido en lo que es: fiesta popular de agua, polvo, comida y aguardiente. Fiesta de la condición humana y reino del mítico “Taita Carnaval”.

Y bien, estimado lector, ya aclarado lo que estamos celebrando, permita que se apodere de usted la anarquía. Disfrute sin pudor. Atibórrese de mote pata y dulce de higo. Mójese por dentro y por fuera. Festéjese, que se lo tiene bien merecido. Recuerde que es este el momento de celebrar todo lo que tiene el hombre de valioso. Esto es: el vino tinto, la sangre caliente y la tierra fértil… (O)