Pablo Arrobo: «Doy gracias a Dios por estar vivo»

El triatleta cuencano tuvo que empezar a entrenar desde cero luego de estrellarse contra un vehículo que invadió su carril mientras entrenaba por la vía Cuenca-Azogues.

Triatlón
Pablo Arrobo realiza rodillo en la piscina olímpica de la Federación Deportiva del Azuay. Foto El Mercurio/Bolívar Sinchi

Campañas de concienciación van y vienen. Los resultados son los mismos. La falta de respeto al ciclista persiste. Los atropellos son constantes. La mayoría de los responsables siguen detrás del volante. Los que logran sobrevivir sufren traumas psicológicos. Las familias a pesar de varios obstáculos no pierden la fe que algún día se haga justicia.

Es el caso de los familiares de Pablo Arrobo, triatleta que salió un domingo de 2022 a pedalear junto con sus compañeros de la selección del Azuay. De regreso por la autopista Azogues-Cuenca, a la altura de la gasolinera Ayancay, se estrelló contra un vehículo que invadió su carril.

Por la velocidad que imprimía, atravesó el vidrio de la cajuela del carro. La bicicleta (de alta gama) voló por el aire y quedó reducida en pedazos. Cuando llegó a casa “me vi en el espejo y recién pude ver la gravedad del accidente”. Tuvo fisuras en el brazo y pierna derechos. Su rostro quedó desfigurado.

Por suerte ese día llevaba bastante protección. Los vidrios del carro no llegaron al ojo porque usaba gafas.

Afectación psicológica

Luego de someterse a una cirugía reconstructiva pasó tres meses acostado sobre una cama. Psicológicamente estaba destrozado. Llevaba ocho años en el deporte y de pronto tenía que empezar desde cero. No cabía en su mente que “el sacrificio que realicé por tanto tiempo no sirvió para nada”. 

En el colegio el joven de 17 años empezó a sentirse incómodo cuando le decían que “parecía una momia” porque “llegaba prácticamente vendado”. Confiesa que fue una etapa difícil de superar.

La sociedad de ahora tiende a burlarse, no tiene empatía con lo que le pasa a uno.

Pablo Arrobo (I) hace rodillo en la piscina olímpica del Batán. Es parte del entrenamiento planificado por la coach Cecilia Fárez (C) previo a la Copa Panamericana de Salinas, el 23 de abril. Foto El Mercurio/Bolívar Sinchi

Planificación

Entre sus podios destaca el título en individual y en equipos varones durante los Juegos Nacionales de Menores – Imbabura 2018.

Ahora trato de prepararme para nuevas competencias. Tengo una a fin de mes (Copa Panamericana de Salinas). Pero tengo que hacerme dos cirugías nuevas. Estaré un mes en una cama. Entonces ya no es una motivación para seguirme preparando.

Antes de ir de nuevo al quirófano quiere terminar sus estudios en el Técnico Salesiano y dar el examen de ingreso a la Universidad. Con lo del accidente se acrecentó su deseo de ser médico y ayudar a los demás.

Para que vuelva un poco de color a mi cara me van a colocar expansores dentro de mi piel para luego volver a sellar esa piel que prácticamente está muerta.

Factor económico

Para cubrir las nuevas cirugías necesitan alrededor de 4.500 dólares. Pablo agradece a sus compañeros del colegio y de los entrenamientos que le apoyaron económicamente en la primera fase de recuperación. El responsable del accidente se desatendió desde el primer día de su situación.

Me preocupa ver que mis padres todos los días tienen que sacarse el aire trabajando y nadie les ayuda en nada.  El apoyo económico es lo más difícil porque no somos de posibilidades.

Su madre Dolores Sangurima trabaja de cajera en una panadería. Su padre Eddy Arrobo es taxista. Ambos hacen hasta lo imposible para mantener a sus dos hijos. El menor se traumó con lo que le pasó a su hermano y no quiere practicar un deporte.

Doy gracias a Dios por estar vivo. Mis sueños en el deporte siguen allí. Psicológicamente nunca a nadie le prepararan de pequeño para un día hacerse tantas cirugías. Toda cirugía tiene su riesgo y el miedo está allí. Trato de ser positivo, pero a veces uno necesita estar solo y llorar para seguir adelante.

“Nos falta mucha educación en las vías”

La entrenadora Cecilia Fárez clama por justicia. Ella perdió en circunstancias casi similares a su hermana Cristina hace más de siete años.

Le causó indignación saber que el responsable quedó libre pocas horas después del accidente y que nunca mostró interés por ayudar a la familia de Pablo. No entiende por qué hasta la fecha “no ha habido una primera audiencia, peor una sentencia”.

Cecilia encabezó algunas campañas de concienciación vial. Confiesa que los resultados no han sido los esperados.

Todos los días tendríamos que estar vigilando quien va al lado de un ciclista a ver qué sucede y no debe ser así. Se nota que nos falta mucha educación en las vías.

Sostiene que se debería concienciar al respecto en los cursos de manejo y sobre todo retomar la educación vial en las escuelas.

Años atrás, el entonces ministro del deporte Xavier Enderica intentó instaurar rutas seguras para los ciclistas. La falta de coordinación entre los organismos que tienen competencias en las vías malogró el proyecto. 

Las vías no son seguras porque los conductores no tenemos conciencia que la bici tiene el mismo derecho de estar sobre las vías.