Corresponsabilidad

Ni los ciudadanos por encima de ley; ni los alcaldes por encima de sus atribuciones.

A los alcaldes debe exigírseles trabajo, transparencia, diálogo, compromiso con los grupos más vulnerables; informar con la verdad, así sea dura; humildad también; administrar la ciudad invirtiendo hasta el último dólar presupuestado, menos en dar circo; fijando lo justo para el gasto corriente; liderando los cambios necesarios y urgentes; tomar las decisiones correctas, así afecten a terceros o a su imagen política o interés electoral. Sí, eso, y mucho, mucho más.

Pero los ciudadanos también tienen deberes, no solo derechos como los de reclamar, protestar, criticar.

La heterogeneidad no es el problema, cuanto el de esperar todo de la autoridad elegida, culparla de todo y de nada y por nada; de criticarla sin fundamentos y sin estar correctamente informados para hacerlo, en especial en el ámbito económico y legal.

¿Cuánto hacemos por nuestra ciudad? La respuesta la tienen los ciudadanos, cuyo ejercicio no termina con solo elegir alcalde, prefecto, concejales.

Respetar las ordenanzas municipales, coadyuvar en el cuidado de la infraestructura pública, no ensuciar la ciudad, así sea echando un papel a la calle, manteniendo limpias las aceras; conduciendo con responsabilidad, optando por el transporte público y el alterno al contaminante; organizándose para ser parte de las soluciones, no de los problemas; cuidar con celo los bienes patrimoniales, los naturales ni se diga; fomentando la disciplina, el orden, siendo puntuales, buenos vecinos; no asomando como “vivos” para sacar provecho en perjuicio de otros; respetando los disensos; de saber esperar también; de tener conciencia de la limitación de recursos. Sí, eso y mucho, mucho más.

Eso es la corresponsabilidad. Debería ser una política de participación ciudadana. La ciudad somos todos se dice con frecuencia. Demostrémosle.

Este domingo se posesionan alcaldes, prefectos, concejales y juntas parroquiales. Modestia aparte, vale esta lectura.