Partidos y democracia

Análisis político Marco Salamea Córdova

El surgimiento de los partidos políticos se vincula al desarrollo de los denominados regímenes democráticos representativos y, por ende, de los procesos electorales en los que compiten dichos partidos para obtener espacios de poder dentro del Estado.

La principal función de los partidos políticos es la de hacer demediadores entre la sociedad y el Estado, lo cual convierte a los partidos en los principales sujetos o actores de la actividad política. En este sentido, el ejercicio de la soberanía popular no es un ejercicio directo sino delegado a los partidos, y más específicamente a los representantes de los partidos que han resultado favorecidos en la competencia electoral; en una situación que tornaría prácticamente intercambiables los términos partido político, elecciones y democracia representativa. La democracia parlamentaria representativa tiene el carácter de una democracia de partidos estables, esto es: de una democracia basada en los partidos como unidades políticas de acción, y que considera a estas los elementos imprescindibles del proceso de integración política

Por otro lado, dado que la lucha por el poder ha sido practicada a lo largo de la historia generalmente de forma irracional y hasta sangrienta, junto a la función mediadores los partidos políticos tienen también como función la de tratar de racionalizar la lucha por el poder; es decir de mantener la lucha política, entre las diversas clases y grupos sociales, dentro de los límites del orden social establecido. Entre los mecanismos para esa racionalización están, por ejemplo, el establecimiento de reglas para la lucha política y electoral, la organización y capacitación de los aspirantes al ejercicio del poder, y la constitución de programas que permiten ordenar las numerosas y heterogéneas demandas de la sociedad al Estado.

Desde una perspectiva crítica se ha sostenido que el sistema de partidos ha sido el medio de reconciliar el sufragio universal igual para todos con el mantenimiento de una sociedad de desiguales; una situación que expresaría la función ideológica particular que cumplen los partidos, pues se crearía la ilusión de que el voto consagra una influencia análoga para cada ciudadano votante, ocultando una desigualdad social concreta. (O)