Abdalá, genio y figura… (II)

Gerardo Maldonado Zeas

OPINIÓN|

Un entramado de testigos, amigos secretos, personajes ocultos, palabras claves, llamadas grabadas o pinchadas, bienes de dudosa procedencia, gritos, malas palabras, ofensas a la prensa, distanciamientos con los panas de antes; el populismo no tiene amigos, tiene socios inclaudicables.

La vida de Abdalá es como un guion que los cientistas cinematográficos catapultarían a cualquier director a ganar un Oscar, en varios episodios, a la trama más perversa. A lo inusitado, al mejor insulto, en el cual los actores principales y secundarios siguen siendo los mismos, sus viejos conocidos, los enquistados en la clase política tradicional que le condenó y le perdonó, de acuerdo al momento y a las necesidades del poder.  Enredado en las mentiras hacia un pueblo desconsolado; bien decía Ortega y Gasset: “La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas”, las segundas son manipulables.

Cabe preguntarse entonces, ¿que hay de similitud entre el populismo perverso de los ochentas y noventas, con el actual? El de ahora es más científico, casi siempre terminan los períodos para los cuales fueron electos, les encanta controlar todos los poderes, formar clubes internacionales de apoyo y autoalabanzas, como una secta en la cual se hacen catarsis grupal con sus delitos. El común denominador el mismo: contratos públicos irregulares, peculado, cohecho, concusión, asociación ilícita para delinquir y como consecuencia: desórdenes con la justicia, fugas, auto exilios, victimización, amenazas, canciones lastimeras, troll centers, y una frialdad y pérdida de la vergüenza total. Con la frase universal de la desfachatez: “somos perseguidos políticos”

Aquí nos detenemos unos minutos para reflexionar: ¿cómo se puede pasar una vida entera entre los escapes, sobreseimientos y perdones amarrados? ¿Cómo se juega con la libertad? ¿Cómo se va construyendo el discurso de la tarima en la cual caen los más incautos? ¿Cómo la realidad actual es idéntica a la historia? Y el que no conoce la historia está condenado a repetirla. (O)