Exportar su miseria

Hernán Abad Rodas

OPINIÓN | Los millones de oprimidos de la tierra, ya no permanecen en silencio; hoy, lanzan su voz pidiendo pan y empleo. Pues son la boca de la justicia y el libro de la vida. Pero, lastimosamente, son engañados por los falsos profetas, pues, el que tiene hambre sólo escucha a través de su estómago.

Los gobernantes de todos los países deberían caminar por las rutas del hambre y los valles de la desgracia de nuestros pueblos, para que observen de cerca la pobreza, que es el infortunio del mundo, y ver que lo que llaman civilización, no es más que un espectro entre los numerosos fantasmas de un trágico desengaño.

La carga que llevan nuestros hermanos por los oscuros senderos del hambre y del frío, fuera más soportable, si pudieran entender, que lo que les hace permanecer clavados en su cruz, es precisamente, la falta de conocimiento de lo que es la justicia, y la incapacidad para identificar a los falsos redentores.

Una lacerante realidad es que hay países como Cuba, Venezuela, Nicaragua que han reducido a sus habitantes a las condiciones mínimas de supervivencia, que han instaurado la servidumbre como único modo de superar el miedo, que han desarrollado ejércitos descomunales y que han incubado las formas más grotescas de corrupción y, sin embargo, nadie puede hacer nada desde fuera, ni las potencias, ni los organismos internacionales, ni las organizaciones religiosas.

Otros países como Chile, Perú, Colombia, lograron implementar sistemas económicos que han rescatado a millones de ciudadanos de la pobreza, que exhiben un notable crecimiento de la clase media, que se rigen por normas democráticas, que respetan los derechos humanos y, sin embargo, parecen inermes ante las rebeliones, las revueltas, y el terrorismo, adoctrinados y financiados, precisamente por esos estados corrompidos que han pervertido la democracia y tienen la desfachatez de EXPORTAR SU MISERIA.

Ojalá el presidente Lasso, asediado por políticos oportunistas, pueda convertirse en un ESTADISTA de aquellos que alguna vez tuvieron los países y ahora quisiera tener nuestro confundido planeta. Un estadista que sea capaz de ofrecer “sangre, sudor y lágrimas” a quienes quieran ser libres, a los dispuestos a pagar ese precio para derrotar a los predicadores del nacionalismo, del progresismo, la demagogia y el nefasto populismo.  (O)