Ni 2.0, ni reloaded

Tito Astudillo Sarmiento

8M de 1917, en Moscú; 8M de 1965, en Argel; 8M de 1921 Lenin declara el Día Internacional de la mujer, en homenaje a la mujer y su rol en la reconstrucción de la sociedad rusa; 8M de 1975, la Organización de las Naciones Unidas celebra por primera vez el Día Internacional de la Mujer.

De este modo la ONU recoge la fecha para reconocer la lucha; esa la histórica lucha de la mujer rusa, la mujer argelina; la lucha y bandera de las garmet workes que, en 1857 se tomaban las calles de Nueva York para elevar su proclama por mejores condiciones de vida y salarios más justos; y, volvían a tomarse la ciudad en 1908 para reivindicar el derecho universal a, como lo definió Rosa Luxemburgo: un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.

Pan y Rosas, pan como símbolo de seguridad económica y una rosa refiriendo el derecho a una vida digna y segura, la proclama que convocó, el 8M de 1959, a 15 mujeres a tomarse las calles de Nueva York proyecta una lucha que hoy nos convoca de vuelta hacia la construcción de una sociedad donde quepamos todos y quepamos bien.

No, de ningún modo, el 8M no es un 14 de febrero reloaded o un San Valentín 2.0; absolutamente no; no lo es; no puede serlo y, no podemos reducirlo a eso, el 8M no se celebra, el 8M se conmemora, en tanto convocamos, desde la memoria el compromiso irrenunciable de levantar una sociedad de derechos que se respetan y ejercen una sociedad solidaria, plural, inclusiva, tolerante e infinitamente equitativa.

Más allá del feliz día, la rosa, los chocolates y las tarjetas, más allá de lo banal y superfluo, más allá del mercadeo que transforma la conmemoración en regalo y la reflexión en incremento de ventas, más allá de todo eso, el 8M emerge desde la conciencia del tiempo y se proyecta en un nuevo compromiso generacional de transformación trascendente de nuestra sociedad. (O)