La revuelta de los quince centavos

Aníbal Fernando Bonilla

Dieciocho días de paro nacional. La realidad que no se puede tapar con una mano al igual que el sol con un dedo. Vivir en la urbe no es lo mismo que sobrevivir en el campo. Las necesidades básicas difieren según las capas sociales. Algo tan obvio, que no ha sido atendido debidamente por el régimen en “territorio”, de acuerdo al lenguaje técnico burocrático. Hay miseria. Hay exclusión. Hay falta de oportunidades para todas y todos. La sociedad ecuatoriana transita entre el cinismo de una clase política distante de asumir su rol elemental, y una actitud ciudadana cuya materialización de sus logros se encarrila por el individualismo, antes que por la corresponsabilidad solidaria. Cada persona natural o jurídica forma parte del grave entramado en que atravesamos. Unos en mayor medida que otros. Así tenemos a los medios televisivos, que cumplieron un papel nefasto en la revuelta popular, siendo eco parlante del discurso oficial, sin balanza, contrastación, discernimiento o peor sentido crítico. Limitándose a los quince centavos de dólar de reducción del precio de la gasolina, cuando la problemática tiene carácter sistémico.

¿Nos olvidamos del pasado o desconocemos de sus lecciones? Jorge Núñez en El patriotismo criollo detalló que en la Colonia se dieron -en lo que hoy es Ecuador- levantamientos indígenas en contra del sistema implantado por la Real Audiencia de Quito. Por citar, en Riobamba (1764), en Otavalo, Atuntaqui y Cayambe (1776), en Guano (1778), en Guamote (1803). ¿Cuáles fueron las causas? El sometimiento y abuso Ibérico en detrimento de las comunidades originarias. Luego hubo otras tantas insurrecciones en la etapa de plasmación Republicana. En el retorno democrático en los 70. A inicios del 90, bajo el churo tutelar de la CONAIE. Asimismo, el indigenado intervino activamente en los derrocamientos presidenciales en 1997, 2000 y 2005.

El legado ancestral del movimiento indígena no debe ser mancillado de manera alguna. Atañe entender su dinámica compositiva y dimensionar la deuda histórica del Estado. Así como la dialéctica de la lucha social, que no sólo involucra a indígenas, sino también a afros, montubios, mujeres, jóvenes, tercera edad, trabajadores, docentes, en el marco de la aceptación de nuestra condición multiétnica y plurinacional. (O)