Ojo con las embajadas

Gerardo Maldonado Zeas

La prensa internacional hizo conocer un relato espeluznante, contado por ella misma, de como María de los Angeles Duarte planeó su fuga de la Embajada Argentina en Quito. Una trama de novela policiaca, un trazado que solo se ve o aparece en las obras de Agatha Christie mezclada con la sangre fría de Truman Capote.

Así decenas de prontuariados del correismo se han burlado de las leyes y han consumado sus planes para evadir a la justicia. Pero ellos se autocalifican redentores de un pueblo agobiado por la crisis y la herencia de la delincuencia común que ahora ha hecho caldo de cultivo en las zonas más vulnerables del país.

Comentaba hace poco Hernán Pérez Loose, actual embajador del Ecuador ante la ONU, que un país en donde se viola la seguridad está condenado a la desgracia, e inequidad moral. Mientras existen presos por robar “una gallina” hay privilegiados que esperan dar el zarpazo para fugarse.

También están en la misma condición aquellos detenidos que hacen piruetas jurídicas para salir de la cárcel utilizando a los jueces multicompetentes de pueblos alejados de los centros comunes en los cuales con normalidad se debería litigar o demandar.

Lo de la Duarte es una burla para la inteligencia emocional de los ciudadanos, desde ya considerado un clásico de la desfachatez. Ella y sus “amigos” son muy bien recibidos en la Venezuela de Maduro, un centro que acoge a la miseria política de la tendencia supuestamente de izquierda, violadora de la honra de los pueblos.

Así, en la ecuación de la desgracia, los elementos que conforman los sistemas de seguridad pueden ser vulnerados de manera fácil. Y no vengan con el cuento de que no hay responsables o custodios; en el caso de la Embajada Argentina, hay varios sujetos de quienes se sospecha recibieron “órdenes” para hacerse de la vista gorda en este caso de escándalo.

Las famosas “vacunas” no solamente son aquellas mediante las cuales se extorsiona a los emprendedores o ciudadanía en general. También son las que reciben jueces, o responsables de la seguridad, algunos cómplices de un sistema imperante en el país desde hace algunos años. Todas las medidas que se puedan tomar, como la de disponer a las fuerzas armadas el control de los aparatajes de inseguridad son bienvenidas. Inclusive deberían apoyar en lugares donde se recluyen delincuentes políticos, abrazados por la solidaridad de “clase” utilizando la otrora respetable figura del asilo, ahora muy venida a menos. Se alerta que en los próximos días empezarán varios juicios en contra de quienes han delinquido en la cosa pública. Ojo con las embajadas. (O)