Dolor y júbilo

La denominada civilización cristiana occidental, a partir de la revolución industrial, ha logrado en los últimos siglos un predominio económico y bélico en el planeta. El cristianismo, en ocasiones perseguido por emperadores romanos, logró afianzarse en el imperio y ha tenido enorme peso e influencia en el desarrollo de los Estados europeos y otras áreas del planeta, como América, en las que su influencia fue definitiva. El calendario religioso, al igual que en otros países de diferentes religiones, tiene enorme peso en el ordenamiento de la vida. En el cristianismo, la denominada semana santa, que se inicia hoy, conmemora la aparente derrota y triunfo final de Cristo cuyo mensaje configuró esta religión.

El amor y universalidad son esenciales en estos planteamientos. En otros casos, como el judaísmo, la religión está circunscrita al “pueblo elegido”. En el cristianismo, superando divisiones políticas raciales y económicas todos los habitantes del planeta son hermanos que deben amarse superando prejuicios y odiosidades. En el cristianismo su mentor y creador debió perder su vida ignominiosamente para conseguir la redención de los seres humanos. Luego de este sacrificio, su resurrección superó los dolores. La tendencia a destacar el sacrificio de que fue víctima, a veces pone en segundo plano la culminación con la resurrección que exalta exalta el júbilo vinculado al triunfo sobre la muerte.

El dolor y el júbilo, en múltiples dimensiones es fundamental a la condición humana. Creer que la felicidad es la ausencia total de sufrimiento es irreal. ¿Podría haber satisfacción y alegría, si no hay dolor? El cristianismo compagina estas dos manifestaciones ineludibles en nuestras existencias. El éxito requiere sacrificio que conlleva la aceptación del sufrimiento. Vale la pena en esta semana reflexionar sobre estas dimensiones del cristianismo, considerando que el amor, como dinámica de nuestro comportamiento, da sentido a la vida mientras que el odio la degenera.