La buena fe    

Hugo Darquea López

Vivir en paz es el afán de la humanidad, por eso siempre es necesario insistir en la vigencia de los principios fundamentales del Derecho. Lo primero es respetarse y respetar. No existe otro mandato tan preciso para que las relaciones sociales fluyan creativamente construyendo el bien común.

No interferir en los asuntos íntimos de los otros es una regla de oro para cultivar la amistad social.  No se diga para mantener la paz entre los estados y los pueblos, hoy mismo vemos como la audacia de un mandatario que abusando de su función interviene en asuntos de exclusivo interés de nuestro país.  Evidente la mala fe que todo lo encubre. El narco estado y el crimen organizado son la clave del problema.

La cultura jurídica precisa que la buena fe y la no intervención en los asuntos propios de los estados son condiciones básicas para la paz del mundo, el derecho internacional los consagra con los principios del respeto a los tratados y convenciones internacionales, su igualdad y universalidad como pilares del justo orden mundial.

Fluye entonces que los organismos internacionales como la ONU y la OEA procedan con objetivad y actualicen la normativa internacional.

El conflicto entre México y Ecuador fue iniciado por el presidente mexicano cuando insinuó que el magnicidio consumado contra el candidato Fernando Villavicencio fue perpetrado para perjudicar a la candidatura de RC5, hecho por el cual resultó electo presidente Daniel Noboa.

Mala fe de interpretación de sucesos pasados y otros dislates con que se pretende justificar el intervencionismo que viola las exigencias jurídicas de las convenciones internacionales como el principio de la buena fe al írritamente conceder asilo a Jorge Glas, sentenciado por delitos comunes, condición que en la sentencia de habeas corpus es determinante para ordenar que cumpla sus condenas.    

El gobierno de Ecuador, en la instancia procesal correspondiente debe responder a su par de México acusando su intervencionismo en nuestros asuntos internos y la concesión írrita del asilo. La justicia es el valor supremo del derecho. (O)